martes, 3 de marzo de 2009

El sonido

Esa noche descubrí mi pesadilla,
tomé el mejor bate de mi armario, me puse una chaqueta y mis pantuflas,
bajé con miedo las escaleras, busqué las llaves de la puerta y de inmediato me armé de valor. Estaba dispuesto a acabar con el maldito sonido que desde hace días interrumpía mis sueños.
Me asomé dos veces para estar seguro, apreté con fuerzas el bate y golpeé tan fuerte como pude a un pobre perro que paría bajo el umbral de mi propio hogar, tú hogar.

Tren de media noche.

Javier estaba de cumpleaños y su padre,
un hombre pobre y esforzado no sabía lo que regalarle.
Pensó en trabajar el doble para juntar unos pocos pesos,
pensó en no tocar el tema y agudizar el sentimiento
de nostalgia que invadía su corazón.
Cuando llegó el día del cumpleaños lo llevó a la estación más cercana,
cuando llegaron el padre le contó,
que su padre le había regalado una vez un tren muy especial,
¿sabes por qué?, porque era el único de media noche.

Venganza de moda.

Me levanté con gran nostalgia, ya sé, que ella no me ama.
Tomé un desayuno corriente, crucé la plaza a pie, en donde tantas veces la fui a ver. Rápidamente comencé a buscar y en cada esquina mi latido parecía explotar,
su pelo, su voz, todo me merecía, ya era hora de encontrarla escondida.
Fue cuando la divisé, ella no estaba sola, sino, más bien acompañada.
Grité su nombre y con espanto miré su cuerpo desangrándose con la bala que disparé.

Mi hermano

Esta vez, todos nos equivocamos.
Mi hermano, el flaco, tan débil, enfermo y enamorado,

aquel que había que retar por atrasado y apuntar para apurarlo,
ese que alguna vez tuve que acompañarlo
para tomar venganza de un ser que le habría hecho daño,
ese flaco, mi hermano, el que ahora ríe de lo pasado
y toma con amor la mano de quien
alguna vez lo había ayudado.

Es este mi hermano el grandote de manos largas,
el papelucho, como le decían en la casa y que ahora,
veo con gran alegría en mi alma,
aquel que nadie le daba esperanzas.